Espero que os resulte interesante el artículo que comparto a continuación sobre los orígenes de la pedagogía, de José Alsina Calvés.
Silvana de Prado
LOS ORÍGENES DE LA PEDAGOGÍA: EDUCACIÓN Y POLÍTICA EN LA GRECIA ANTIGUA
Tal como ha escrito Jaeger1, todo pueblo que alcanza cierto grado de desarrollo se halla naturalmente inclinado a practicar la educación. En el seno de las comunidades humanas más primitivas ya se produce una transmisión de conocimientos, de normas de conducta y de “concepción del mundo”, sea en el seno de la propia familia, o en el ámbito de la tribu con sus rituales de iniciación.
Sin embargo la educación entendida como una tejné (arte), es decir, la pedagogía, y, paralelamente, su extensión al conjunto de miembros de la comunidad es un fenómeno que surge en la Grecia clásica. Los orígenes de la pedagogía en la Grecia van asociados a un conjunto de procesos sociales, políticos y culturales que pueden resumirse como un todo en la aparición de la polis o ciudad-estado. Este sentido podemos hablar, en la historia de la Grecia antigua, de un periodo pre-político (antes de la configuración de la polis) y de un periodo político (durante y después de la configuración de la polis).
Tal como ha señalado Dugin2 lo que es el ser humano no se deriva de sí mismo como individuo, sino del marco político envolvente. Por tanto, la respuesta a la cuestión antropológica recae sobre la configuración del poder en la sociedad. A su vez, esta idea o ideal del ser humano determina la forma de la educación. No son pues las instituciones educativas las que determinan a la sociedad, sino al revés, es la política la que determina a las instituciones educativas. Jaeger coincide con esta tesis3 cuando nos dice que la Paideia (el arte de la educación) no surge del individuo sino de la idea sobre el hombre como ser social. Esta idea del hombre, mediante la cual debe ser formado el individuo, no es un esquema vacío, independiente del espacio y del tiempo, sino que es una forma viviente, que se desarrolla en el seno de un pueblo y persiste a través de la corriente histórica.
Antes de ver cómo surge esta Paideia como arte de la educación, ligado a la existencia de la polis, veamos cómo era la Grecia arcaica o pre-política y cuales eras sus ideales educativos.
LA GRECIA ARCAICA. HOMERO COMO EDUCADOR
Consideraremos el periodo arcaico de la historia de Grecia como aquel que va desde los oscuros orígenes de la civilización micénica hasta finales del siglo VII a.C. Las monarquías absolutas del periodo micénico (muy bien descritas en la Ilíada) son substituidas por oligarquías formadas por la nobleza terrateniente. Para esta nobleza el valor más importante es la areté (virtud) que, en su caso, coincide con el valor militar, que se transmite por herencia y está ligado a la estirpe. Solamente los nobles poseen esta areté, trasmitida por sus antepasados; por tanto no necesita ser educada, sino, en todo caso, estimulada por los ejemplos y las leyendas.
La poesía épica de Homero4 refleja perfectamente estos valores. Parece que data del siglo VIII a.C. y son poemas pensados para ser cantados que posteriormente se recogieron por escrito. La Ilíada nos narra la guerra de los griegos contra la ciudad de Troya (Ilión) situada en Asia Menor, cuya existencia real fue confirmada por descubrimientos arqueológicos posteriores5. La Odisea, que es posterior, narra las aventuras de uno de los protagonistas de la Ilíada, Odiseo, rey de Ítaca, para volver a su patria.
El politeísmo griego o religión Olímpica refleja perfectamente esta escala de valores. Los dioses griegos, cuyo origen parece estar en la personificación de fuerzas naturales o incluso en el totemismo6, se comportan de forma muy humana y muy alejada de cualquier moral. Sus derechos proceden de su estirpe, al igual que los nobles.
La Ilíada, el más antiguo de los dos poemas, nos muestra el absoluto predominio del estado de guerra, situado en una época en que domina, de modo exclusivo, el espíritu heroico de la areté, ideal que se encarna en todos sus héroes7. Pero aunque la obra data del siglo VIII a.C. los acontecimientos a los que se refiere son muy anteriores, probablemente del siglo XIII a.C., que coinciden con la fase final del reino micénico8. Hay pues un punto de nostalgia entre la aristocracia griega del siglo VIII a.C. , que sueñan con el esplendor de la época micénica e imaginando las imponentes ruinas de los palacios reales de Troya, Micenas o Tirinto, cuando en realidad vivían en un mundo mucho más modesto.
Las cualidades especiales de los héroes, su valentía, fuerza, belleza y sabiduría se atribuyen siempre a su noble cuna. No olvidemos que Aquiles, uno de los principales protagonistas de la Ilíada, es un semidiós, hijo de un mortal y de una diosa. Por otra parte las intervenciones de los dioses en la vida humana y los acontecimientos son constantes: en las obras homéricas no hay ningún indicio de “ley natural”, sino que las cosas ocurren por capricho de los dioses, que actúan sin ningún tipo de causa intermedia o causa segunda. Así, la peste que asola a los griegos es debida a las flechas que lanza el dios Apolo con su arco.
La figura legendaria más antigua de educador típico de héroes es la del centauro9 Quirón, cuya leyenda lo hace vivir en los desfiladeros selváticos de los montes de Pelión, en Tesalia. Allí educó al joven Aquiles, junto a otros héroes como Asklepios, Jasón o Néstor, a los que instruía en las artes de la caballería, la caza, la equitación y el lanzamiento de jabalina, así como en la cirugía y la farmacopea10 (artes relacionados con la curación de heridas de guerra). La leyenda de Quirón nos muestra todo lo que contenía el “curriculum” de la educación aristocrática.
La Odisea, poema muy posterior, nos ofrece otra imagen11. En ella se observa y representa en su conjunto a la clase de los señores nobles, con sus palacios y caseríos, de tal forma que la épica se convierte en novela. Hay que señalar también que en esta obra, en momentos decisivos, intervienen en los acontecimientos personas humildes, pastores o sirvientas que, aunque esclavos, se les representa como personas con sentimientos y capacidad para tomar decisiones12. A pesar de ello es inimaginable una educación y formación consciente fuera de la clase privilegiada13.
Los ejes fundamentales de esta cultura aristocrática son la vida sedentaria, la posesión de bienes y la tradición, las cuales hacen posible la transmisión de una forma de vida de padres a hijos. En la Odisea la más alta medida del valor en el ser humano sigue siendo el ideal heredado de la destreza guerrera, al cual se añaden virtudes espirituales y sociales. Su protagonista es un hombre capaz de dar consejos inteligentes, y que combina su valor con la astucia.
En cualquier caso puede considerarse a Homero (o a la poesía homérica) como el principal elemento educativo de esta cultura arcaica ligada a una nobleza tradicionalista. La civilización griega, carente de un “libro sagrado” (la Biblia, el Corán), recurre a los poetas, los cuales por su parte, se consideran inspirados por los dioses. Las Musas son las diosas de la inspiración poética y filosófica. Los primeros versos de la Ilíada rezan : “Canta, o Musa, la cólera de Aquiles”, de tal manera que el poeta aparece como un simple amanuense del mensaje que las diosas le inspiran. Hesíodo, autor de la Teogonía, poema donde se relata el origen y naturaleza de los dioses olímpicos, comienza su composición narrando como las diosas le ordenaron e inspiraron el poema. Todavía en tiempos muy posteriores (siglo V a.C.) el filósofo Parménides (que aun escribía en verso) comienza su Poema (concretamente en el Proemio) con el relato de cómo una diosa, junto con las hijas del Sol, le inspira la composición del mismo.
La poesía homérica concede la mayor importancia educativa al motivo del ejemplo14. La narración de las hazañas de los héroes deben estimular y motivar al oyente (no olvidemos que es originariamente poesía cantada) para emular su valor y grandeza. La tendencia idealizadora de la poesía épica, conectada en su origen con las antiguos cantos heroicos, la distingue de las demás formas literarias, que van a florecer posteriormente, y le otorga un lugar preeminente en la historia de la educación griega15. Los cantos heroicos se dirigen a la creación de ejemplares heroicos.
Posteriormente, la tragedia será, por su material mítico y por su espíritu, la heredera integral de la epopeya. Y si consideramos las formas de prosa literaria con acción educadora más eficaz, la historia y el tratado filosófico, hay que tener en cuenta que nacieron y se desarrollaron en torno a la discusión de las ideas formuladas en la épica, la cual aparece pues como raíz de toda educación superior en Grecia.
En la Grecia arcaica, pues, la educación no está institucionalizada (no hay profesores ni escuelas), y está absolutamente dominada por los valores de la nobleza terrateniente. Su elemento fundamental es la idea de areté o virtud, y que se asocia preferentemente a los valores guerreros y que está ligada a la pertenencia a una estirpe noble. Hay una ausencia casi absoluta de valores colectivos, que se manifiesta en el hecho de los héroes no son caudillos que conducen a sus huestes a la victoria, sino guerreros que muestran su valor y su fuerza en combates individuales.
El principal canal de transmisión de estos valores es la épica homérica. Son poemas concebidos para ser cantados, que solo posteriormente se recogerán por escrito, propios de una sociedad ágrafa. El ejemplo es el instrumento pedagógico por excelencia. Por otra parte los poetas se consideran inspirados por los dioses (las Musas), lo que da a esta poesía una connotación religiosa.
En la teoría de las siete figuras en la historia de la cultura europea16 se describen las distintas nociones de la persona, que vienen dadas por el medio cultural y político envolvente, y que marcan la educación en cada etapa concreta, siendo incompatibles con cualquier otra figura. Estas figuras se definen a partir del nacimiento de la educación en sentido formal (es decir, desde el origen de las polei), y son sucesivamente:
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La persona como ciudadano de la polis (el zoon politikon de Aristóteles)
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La persona como ciudadano del mundo que se extiende por el Imperia Romano (el zoon koinonikon de los estoicos).
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El hombre cristiano, tal como queda establecido por San Agustín.
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El ideal católico de persona, propio del Imperio español y proyectado por la Compañía de Jesús.
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El sujeto burgués y puritano, gestado en el contexto del protestantismo, que conforma el Imperio Británico.
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El “nuevo Prometeo” que corresponde al proletariado de Marx o al Trabajador de Jünger: el hombre de la revolución industrial, del fascismo y del comunismo.
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El post-individuo o sujeto consumidor, propio de la Globalización y del neoliberalismo, muy bien descrito por Dugin.
Sin embargo, en la época previa a la formalización de la educación, es decir, en la Grecia arcaica y pre-política hay también una figura representativa de los ideales culturales: el héroe homérico (Aquiles o Ulises) caracterizado por una areté ligada a valores guerreros de tipo heroico. Pero está areté no está al alcance de cualquier ser humano, sino que solo se tiene por la pertenencia a un linaje noble. La educación solamente tiene sentido para los nobles, para desarrollar y estimular su areté a través del canto a las hazañas de los héroes. Esta labor educativa la realiza la poesía homérica.
EXPANSIÓN COLONIAL Y NACIMIENTO DE LAS POLEIS
A lo largo del siglo VII a.C. van a producirse dos acontecimientos históricos que, aunque distintos y en cierta manera opuestos, anuncian ya los futuros cambios y la constitución de las poleis: las reformas de Licurgo en Esparta, y la colonización de Asia Menos por parte de los griegos jonios, que formaron un importante imperio marítimo y comercial cuya capital fue la ciudad de Mileto. Posteriormente se desarrollaría la polis ateniense, después de las reformas de Solón y de la tiranía de Pisístrato.
Esparta
Esparta es un ejemplo paradigmático de lo que Carl Schmitt17 llamó una “civilización de la Tierra”, es decir, apegada a las tradiciones, al culto al honor y al sacrifico del individuo ante la comunidad. En ella podemos observar como la educación homérica caballeresca por un lado se perpetua, pero por otro evoluciona de una forma muy característica18.
No tenemos demasiada información escrita de cómo era realmente la vida y las instituciones en Esparta. Por un lado los fragmentos encontrados de los grandes poetas líricos, como Tirteo. Autores posteriores, como Herodoto, Jenofonte o el propio Platón hace referencia al Estado espartano. Se supone la existencia de un reformador, llamado Licurgo, al cual se debe la constitución de la polis espartana, pero no está clara la existencia real de este personaje.
En Esparta, y por primera vez en el mundo griego, nace la educación pública, es decir la educación de los ciudadanos por parte del Estado. Hay que tener en cuenta que los grupos dominantes de Esparta procedían de los invasores dorios, que habían sometido y dominado a las poblaciones mediterráneas originales. Sobre una gran masa de esclavos, o de hombres libres pero sin derechos políticos, dominaba una minoría, cuya educación militar y constante preparación para la guerra había que verla más en clave interna que externa.
La Esparta de los siglos VIII-VI es ante todo un estado guerrero, cuyo poderío bélico le ha permitido conquistar y conservar un territorio que, después de la anexión de Mésina (735-716) hizo de ella uno de los más extensos de los estados de Grecia19. La constitución política espartana era realmente peculiar y, a diferencia de otras poleis carecía casi por completo de leyes escritas, con la excepción de la llamada rethra, que recogía algunas leyes fundamentales y solemnes20.
En Esparta había dos reyes, sin poder político pero con importancia como caudillos militares. Existía una asamblea popular, que no era otra cosa que la antigua comunidad guerrera, en la cual no había debate alguno, solamente derecho al voto afirmativo o negativo a las propuestas del consejo de ancianos, o eforato, que era quien realmente detentaba el poder.
El Estado espartano se consideraba dueño y único responsable de la educación de sus ciudadanos. Practico una política eugenésica: el niño al nacer era presentado a una comisión de ancianos y solamente se le aceptaba si era bien conformado y robusto; a los enclenques y contrahechos se les arrojaba a las Apotetas o depósitos de residuos21.
Hasta los siete años el niño permanecía con su familia, pero a partir de esta edad empezaba su educación, que duraba hasta los veinte, y que estaba controlada por un magistrado especial, el paidónomos, verdadero comisario de la educación nacional. Todo el proceso educativo estaba dirigido a hacer de los jóvenes auténticos soldados, pero aunque el aspecto intelectual de la formación se reducía al mínimo, los espartanos no eran iletrados. Aprendían lo más básico en lectura y escritura, y también recibían educación musical.
La educación militar del joven espartano no iba destinada a formar guerreros que buscaran la fama y el honor individual, como los héroes homéricos, sino soldados que actuaran de forma disciplinada y colectiva. El ideal homérico de la areté heroica se transformó en Esparta en heroísmo de amor a la patria22. La educación del espartano ya no es la educación homérica del “caballero”, sino la del soldado, y se sitúa en un plano político y no señorial.
Una revolución de orden técnico sirve de base a esta transformación: los combates ya no dependen de una serie de duelos singulares ni de encuentros entre carros, sino del choque de dos líneas de infantes en orden cerrado: los hoplitas23 . Su éxito depende de la ayuda mutua, la solidaridad y la acción colectiva. Los hoplitas no fueron exclusivos de Esparta, sino que los encontramos en las otras poleis, como Atenas, pero solamente en Esparta son profesionales de la guerra, consagrados únicamente a la vida militar, mientras que en las otras ciudades-estado son milicias ciudadanas que se forman solamente cuando hay guerra.
El programa educativo espartano también se extiende a las mujeres. Las jóvenes espartanas reciben una formación que combina la música, la danza y el canto con la gimnasia y el deporte. Su educación de subordina a una preocupación eugenésica: la espartana tiene, ante todo, la obligación de ser madre fecunda de hijos vigorosos24.
Jonia y el nacimiento de la filosofía
Los griegos jonios colonizaron la franja costera de Asia Menor, cuyo centro político y económico más importante fue la ciudad de Mileto. Después de la destrucción de esta ciudad (sobre el 500 a.C.) y huyendo de los persas, emigraron hacia Sicilia y el sur de la península Italiana (la llamada Magna Grecia) donde tuvo continuidad la civilización Jonia.
Si Esparta puede ser considerada la típica “civilización de la Tierra” según Carl Schmitt25, Jonia es el ejemplo paradigmático de “civilización del Mar”. Marinos y comerciantes, con pocas raíces en su suelo, en el que eran emigrantes, los jonios sintieron sensación de distancia respecto a su tierra original, sintieron también la necesidad de ir resolviendo por sí mismos los problemas de su nueva situación, a veces desde un cero absoluto y experimentaron el contacto permanente con culturas distintas y paisajes inéditos26. En estas circunstancias se desarrolló una civilización muy alejada de los valores aristocráticos y guerreros, de navegantes y comerciantes, con un gran respeto a la iniciativa individual y a la legalidad.
El gusto por la legalidad lleva a que las leyes sean consignadas por escrito. El alfabeto fenicio es introducido en Grecia en el siglo VIII a.C.27 Esta innovación acaba por hacer popular una técnica cuyas complejidades había mantenido hasta entonces, entre babilónicos, egipcios, minoicos o micénicos, la separación de una casta de escribas. La escritura empieza a extenderse, y esta escritura será la base de la Paideia.
En la civilización Jonia asistimos al nacimiento de la filosofía, aunque esta, en un principio, tendrá poco que ver con la educación. En Mileto viven los primeros “físicos” o “fisiólogos”: Tales, Anaximandro y Anaxímenes. En la Magna Grecia, donde pervive la civilización Jonia, encontramos a los pitagóricos, a Heráclito y a Parménides. Pero será en Atenas, la polis por excelencia, donde estos tres elementos: educación pública, escritura y filosofía van a sintetizarse en la Paideia.
ATENAS
El surgimiento de la polis es el dato esencial para entender la cultura griega y su concepto de paideia y Atenea fue la polis por excelencia. Hay en Grecia un pensamiento pre-político (político viene de polis) y un pensamiento político, y este supone:
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Superación de las formas tribales de vida
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Existencia de una legalidad consensuada, común, pública (escrita), asumida y aceptada por todos
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Una mezcla de lo cívico y lo religioso, representado per el ágora y la acrópolis
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La legalidad como ser de la polis, que se constituye a partir de las diferencias entre las distintas clases sociales
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La unidad de las diferencias implica la creación de un nuevo lenguaje
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La polis se enfrenta a extranjeros-bárbaros (los persas) a los que vence
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En el ágora se contrastan opiniones e intereses; de ahí surge la voluntad de ser, la unidad de las diferencias
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El triunfo sobre los bárbaros se ha logrado gracias a la ampliación de las técnicas de guerra y otras28
Pero la polis ateniense no aparece de golpe, sino que es consecuencia de un proceso político y social. Atenas parte de un régimen oligárquico, donde una minoría de nobles terratenientes impone absolutamente su ley. El primer paso importante lo tenemos en las reformas de Solón, en el siglo VI a.C.
Solón es el primer representante del auténtico espíritu ático y al mismo tiempo su creador más inminente29. Procedente de la nobleza terrateniente no pretendió suprimir el dominio de los nobles pero si introducir el dominio del derecho y del equilibrio entre los diferentes intereses. En Solón se da una síntesis del pensamiento jonio con la tradición ática, campesina y ligada a la tierra.
El conocimiento de una legalidad determinada de la vida pública era fácil para un ateniense con auxilio del pensamiento jónico. La legalidad generaba un equilibrio, un “cosmos” social, e impedía lo que más temía Solón, la tiranía de una solo y su familia, temores que se verían confirmados posteriormente por la tiranía de Pisistrato. En los poemas en los que justifica su obra de legislador muestra con claridad la íntima conexión de su voluntad política con su pensamiento religioso. La interpretación de la Moira como fuerza de equilibrio necesario entre las diferencias económicas inevitables entre los hombres, prescribe una línea de conducta de su acción política. Todas sus manifestaciones y todos sus actos revelan un esfuerzo para llegar a un justo equilibrio entre la abundancia y la deficiencia, entre el exceso y la falta de poder y entre la preeminencia y la servidumbre30.
Solón aparece como un caso único de hombre de Estado que se eleva muy por encima del puro afán de poder: culminada su obra legislativa abandonó Atenas y partió para un largo viaje. Nunca aprovecho su situación para enriquecerse, ni pensó en convertirse en tirano. Aunque no instauró la democracia ateniense en su pleno sentido, prefiguró en sus poemas y bosquejó en sus leyes un nuevo tipo de vida humana cuya realización era independiente de los privilegios de sangre y de la posesión de riquezas.
Antes de las reformas de Clístenes, a finales del siglo VI a.C., toma el poder en Atenas Pisístrato, el caudillo del partido noble de los Diakrios. La tiranía de Pisístrato no es un caso aislado, sino que en muchas otras poleis se producen fenómenos parecidos: Sicilia, Akragas, Gela, Siracusa tendrán también gobiernos de este estilo. Los tiranos son el estado de transición entre la oligarquía y el estado popular. Aunque la mayoría son de origen noble van a contribuir, paradójicamente, al declinar de la nobleza, pues combaten a las demás familias nobles, y se apoyan en el pueblo al que hacen importantes concesiones.
Después de las reformas de Clístenes, un suceso importantísimo para la consolidación de la democracia fue la victoria de los griegos, liderados por Atenas, sobre los Persas. Esta victoria venía a confirmar la “superioridad” de la cultura griega y sus instituciones sobre los “bárbaros”. Las falanges de hoplitas, formadas por ciudadanos libres, derrotan a un ejército muy superior, pero formado por esclavos sometidos a un rey tiránico y brutal.
Ahora bien, cuando hablamos de democracia ateniense (o griega) debemos matizar para no confundirla con la democracia moderna, de cuño liberal. En primer lugar es una democracia restringida a los hombres libres, quedando al margen las mujeres, los esclavos y los metecos (extranjeros). En segundo lugar es una democracia directa, ejercida por el conjunto de ciudadanos reunidos en el ágora. En tercer lugar es una democracia ligada a la ciudadanía, a la polis, sin ningún tipo de pretensión universalista. En cuarto lugar es una democracia colectivista y no individualista: es la polis la que da sentido a los individuos y no al revés.
Educación y escuela
En este marco político y social surgirá la escuela como institución, y posteriormente el fenómeno de la sofística, como inicio de una educación superior de tipo generalista, diferente de las escuelas médicas, dirigidas a formar especialistas.
Existen evidencias arqueológicas de la enseñanza de la escritura ya en el siglo VII a.C. Concretamente el descubrimiento de una tablilla en Marsiliana d’Abegna31. Por otra parte, las leyes de Clístenes en 508-507 a.C., con su procedimiento del voto por escrito, suponen un conocimiento de las letras muy extendido en el cuerpo ciudadano32. En las Vidas Paralelas de Plutarco se citan diversos hechos que confirman la existencia de una escuela primaria extendida a la mayoría de la población: en el año 480 los habitantes de Trecena acogieron a mujeres y niños evacuados de Atenas por la amenaza persa, y contrataron a varios maestros de escuela, a expensas de la ciudad, para que les enseñaran a leer; en el año 496, en Quíos, se derrumbó el techo de una escuela, sepultando a ciento diecinueve niños33.
Todo parece indicar que paralelamente al desarrollo político de las polei, que se produce entre finales del siglo VII a.C. e inicios del V, se generaliza la existencia de la escuela primaria como institución. En esta escuela se enseña básicamente a leer y escribir, y la antigua educación basada en los ejercicios físicos y premilitares va siendo sustituida por la educación letrada y la música, aunque la educación física sigue estando presente.
Otra institución que hay que mencionar es la efebía, que vino a ser un sistema de formación cívico-militar del ciudadano soldado, como una adaptación del adiestramiento del hoplita espartano al régimen democrático. Los jóvenes, al cumplir dieciocho años eran enrolados, con carácter obligatorio, bajo la dirección de un cuerpo de oficiales donde cumplían dos años de servicio. Además de la preparación militar recibían también una formación cívica, moral y religiosa, que les preparaba para el pleno ejercicio de la ciudadanía. En la polis no había derechos inherentes al nacimiento, pues incluso la categoría de ciudadano debía ganarse a través de un proceso de aprendizaje y formación.
En la polis ateniense, además de la escuela primaria y la efebía va a desarrollarse el fenómeno de la sofistica, y van a aparecer figuras como Sócrates y Platón, cuya obra filosófica está estrechamente ligada a la educación y la política.
Los Sofistas
Los sofistas aparecen en la segunda mitad del siglo V a.C. Eran educadores profesionales que se caracterizaban por impartir un tipo de formación no especialista (a diferencia, por ejemplo, de las escuelas médicas) dirigida sobre todo al ciudadano político.
Aunque dentro de los programas educativos de los sofistas podía darse una gran variedad, podemos decir que su acción educativa iba dirigida a formar ciudadanos para la lucha política. Tal era, por ejemplo, el programa de Protágoras, que quería hacer de sus discípulos buenos ciudadanos, capaces de conducir y de manejar con máxima eficacia los asuntos de Estado34.
En los programas educativos de los sofistas se daba importancia a la dialéctica, como arte de razonar, pero sobre todo a la retórica como arte de convencer. Los sofistas no pretenden ser filósofos, y manifiestan un evidente desprecio por el naturalismo de los “físicos” y por las especulaciones metafísicas de Parménides y su escuela. De sus escritos se desprende un moderado escepticismo, y un evidente relativismo, como se manifiesta en la frase atribuida a Protágoras “el hombre es la medida de todas las cosas”.
Además de Protágoras otro gran maestro de la sofística fue Gorgias, algo más joven, que llegó a Atenas como embajador de su ciudad de origen, Leontium, en Sicilia35. Gorgias fue, antes que nada, un maestro de retórica, que mostró un evidente desprecio hacia cualquier especulación filosófica, y una actitud francamente nihilista, al afirmar que el Ser (ni el uno de Parménides, ni el múltiple de los físicos) “no existe, en caso de que existiera no sería cognoscible, y en caso de que fuera cognoscible sería incomunicable”.
Hay que mencionar también a Isócrates, que abrió una escuela en Atenas, muy cerca del gimnasio del Liceo, donde posteriormente se instalaría Aristóteles. Era una escuela abierta, con una clientela de pago, que muy poco tenía que ver con el hermetismo de la Academia platónica. La escuela de Isócrates ofrecía un ciclo completo de estudios, de tres o cuatro años de duración, por la respetable cantidad de mil dracmas36. Teniendo en cuenta el éxito de su escuela (se le atribuía un centenar de alumnos), Isócrates llegó a acumular una considerable fortuna.
En el programa educativo de Isócrates hay un periodo de preparación, donde se estudian a los poetas, la gramática y las matemáticas, y que culmina con la enseñanza de la retórica, considerada el arte supremo por excelencia. Esta se iniciaba con una teoría, una exposición sistemática de los principios generales de composición y elocución37. Pero pronto el discípulo acometía el aspecto práctico, por medio de ejercicios de aplicación, manejando y relacionando entre sí los elementos estudiados en función de un tema dado.
En general podemos decir que los sofistas, no demasiado importantes en la historia del pensamiento, sí lo son en la historia de la educación. Representan por un lado la profesionalización de la actividad docente, y por otro lado el origen de la formación general de tipo humanístico, alejada de la especialización, que ha tenido un notable peso en la historia de la educación en Europa.
Sócrates
La figura de Sócrates representa un giro copernicano en el pensamiento griego, no solamente con respecto a los sofistas, con los cuales su pensamiento tenía algunos elementos comunes, sino con respecto a todos los filósofos griegos anteriores, a los cuales se les denomina presocráticos por este motivo38.
Los presocráticos se habían ocupado de la filosofía de la naturaleza, por lo que se les considera, con razón, los precursores de la ciencia europea. Para Sócrates estas cuestiones carecían de interés, y su pensamiento se centra en el hombre, la virtud y la posibilidad de alcanzar el bien. Si los presocráticos iniciaron la ciencia y la filosofía natural, Sócrates inició la filosofía ético – política.
Sócrates, a diferencia de los sofistas, no fue un “profesional” de la educación. Nunca tuvo una escuela ni nunca cobró por sus lecciones. Tampoco dejo nada escrito, pero es evidente que en su actuación la vocación pedagógica está siempre presente. Si los sofistas representan la educación como profesión, Sócrates es el símbolo de la educación como vocación.
Sócrates estaba de acuerdo con los sofistas en que la virtud podía ser enseñada, pero rechazaba su relativismo. Frente a la simple opinión (doxa) existe el conocimiento (episteme). Hay que aclarar que las fuentes que tenemos del pensamiento de Sócrates son algo borrosas, pues no dejo nada escrito, y por tanto debemos remitirnos a lo que otros escribieron sobre él. De hecho la fuente principal con la que contamos para aproximarnos a Sócrates son las propias obras de Platón. Estas están escritas en forma de diálogos. Las personas que participan en el diálogo van cambiando en las diversas obras, menos una, el propio Sócrates, que aparece en todas como personaje principal.
Existe la evidente dificultad de saber si lo que Platón pone en boca de Sócrates es realmente lo que pensaba y decía Sócrates, o si es el pensamiento del propio Platón. A pesar de ello la hipótesis compartida por muchos especialistas es que en los primeros diálogos que escribe Platón la figura de Sócrates se acerca con más exactitud al Sócrates histórico, mientras que en los diálogos posteriores, cuando el pensamiento platónico está mucho más maduro, el personaje Sócrates expone en realidad las ideas del propio Platón.
De todas maneras hay una serie de elementos que podemos afirmar sobre Sócrates con bastante seguridad, elementos que a su vez ejercieron una notable influencia sobre el pensamiento platónico. Todo parece indicar que Sócrates fue el iniciador de la teoría de las ideas, que después Platón desarrollaría. Por debajo de la aparente realidad de las cosas materiales, mudables y cambiantes, subyace la realidad auténtica; las ideas. Las cosas materiales no son más que un pálido reflejo de estas ideas, y son parcialmente reales en la medida que participan de estas ideas.
Platón desarrollaría posteriormente la teoría de las ideas desde el punto de vista metafísico. Sócrates, interesado por la ética y la educación cívico – política, se centra en la ideas del bien. Esta idea es innata en todos los seres humanos: incluso cuando obran mal lo hacen buscando un bien. Por eso la base del método educativo socrático es el diálogo, en el cual el maestro finge ignorancia y “pregunta” para obligar al discípulo a pensar y a encontrar la idea del bien que ya se encuentra innata en sí mismo. Parece ser que la madre de Sócrates era comadrona, y él mismo llamaba a su método, irónicamente, mayéutica (que significa “de parteras”) pues obligaba al discípulo a “parir” unos pensamientos que en realidad este ya llevaba en su interior.
Los actos humanos son “buenos” en la medida que participan de esta idea del bien. Pero este bien no es relativo, no es distinto para cada ser humano, ni depende de la opinión (doxa) ni mucho menos de la mayoría. Esta idea del bien como algo absoluto, al que se puede llegar a través del conocimiento enfrenta Sócrates a la democracia. Si el bien es algo absoluto no depende de la opinión ni de la mayoría. Argumenta Sócrates que si para dirigir una nave confiamos en el piloto porque este posee los conocimientos necesarios para ello resulta absurdo que para dirigir el Estado confiemos en personas sin conocimientos, únicamente respaldadas por una mayoría o conjunto de opiniones. Solo los “sabios” están capacitados para gobernar, pues han llegado al conocimiento de lo que es bueno.
Las ideas de Sócrates y su crítica a la democracia cultivaron grandes simpatías entre el partido oligárquico de Atenas, constituido básicamente por miembros de la antigua aristocracia. Sin embargo Sócrates (y Platón) jamás fue partidario de una oligarquía, ni mucho menos de una nobleza hereditaria, sino del gobierno de una minoría de sabios seleccionada a través de la educación.
Proceso y muerte de Sócrates
El enfrentamiento de Sócrates con la democracia ateniense culmino con el proceso al filósofo, acusado de “corromper a la juventud” y su posterior condena a muerte. Parece ser que los jueces estaban dispuestos a aceptar la pena de destierro si la proponía el propio Sócrates, pero este provocó al tribunal negándose a aceptar cualquier culpabilidad, o proponiendo penas mínimas. Parece ser también que el tribunal, después de la condena a muerte, estaba dispuesto a dar facilidades para que Sócrates se fugara de Atenas. De hecho algunos amigos suyos habían sobornado a los guardias para organizar la fuga.
Pero Sócrates se negó a fugarse, argumentando que un buen ciudadano debe siempre cumplir las leyes aunque estas sean injustas. Con su sacrificio Sócrates quiso rubricar su compromiso ético – político y mostrar, de forma inequívoca, su superioridad moral sobre los que le juzgaban.
La muerte de Sócrates impresionó muchísimo a sus jóvenes discípulos, entre los que estaba Platón. Este decidió consagrar su vida a la filosofía y a la política para seguir el ejemplo de su maestro y continuar su obra.
Platón
La figura de Platón representa la culminación de la tradición pedagógica de los griegos. En su obra se dan la mano filosofía, educación y política. A diferencia de Sócrates Platón tuvo su propia escuela, la Academia, pero que funcionó de manera muy distinta que las escuelas de los sofistas. No sabemos si cobraba a sus discípulos, pero en cualquier caso no estaba pensada como un negocio, sino como una comunidad de vida entre maestro y discípulos.
Actividades políticas de Platón
A lo largo de su vida Platón alternó su actividad filosófica y docente con diversos intentos de intervenir activamente en la vida política. Las experiencias políticas de Platón, que tuvieron lugar siempre fuera de Atenas, se saldaron con estrepitosos fracasos.
En el año 388 a. de C. Platón viajó por Italia y por Sicilia. Su intención era visitar a representantes de la escuela pitagórica, entre los que estableció una gran amistad con Arquitas. Fue invitado a la corte de Dionisio I, tirano de Siracusa, donde si hizo amigo de Dión, cuñado de tirano. Allí intentó inculcar sus ideales políticos y filosóficos a Dionisio, para convertirlo en una especie de rey –filósofo. El proyecto fracasó, pues perdió el favor del tirano, que llego a venderlo como esclavo. Rescatado por su amigo Aníceris, pudo volver Atenas, donde fundó la Academia entre los años 388 i 387 a. de C.
El año 369 a. de C. Platón volvió a Siracusa. Dionisio I había muerto, y Dión invitó a Platón a encargarse de la educación de Dionisio II, quien tenía ya entonces 30 años de edad. Platón aceptó, pero pronto se produjo un enfrentamiento entre tío y sobrino, que obligo a Dión a abandonar Siracusa. Tras algunas dificultades nuestro filósofo consiguió volver a Atenas, donde siguió instruyendo a Dionisio por carta, pero no logró que el tirano y su tío se reconciliaran. Dión se estableció en Atenas y mantuvo su relación con Platón.
El año 361 a. de C. Platón volvió a Siracusa por tercera vez. Su plan era influir sobre Dionisio para establecer una constitución con vistas a confederar a las ciudades griegas contra la amenaza de Cartago. Su plan volvió a fracasar, y al año siguiente regresó a Atenas, donde siguió dirigiendo la Academia hasta su muerte, acaecida entre el 348 y el 347 a. de C. Dión por su parte logró derrocar a Dionisio y hacerse con el poder en Siracusa, en un golpe de estado, el año 357, pero fue asesinado poco después, lo que desvaneció la última esperanza de Platón de ver convertido en realidad su sueño de un filosofo-rey.
Como suele ocurrir con muchos intelectuales, Platón no fue un buen político. Una cosa es elaborar los fundamentos teóricos de un estado, y otra muy distinta dominar las sutilezas y las intrigas necesarias para controlar el poder y poder llevar a la práctica sus proyectos. Su frustración le reafirmo en el rechazo al mundo de las cosas y su inmersión en el mundo de las ideas. Tres obras de Platón se ocupan de cuestiones políticas: La República, Las Leyes y El Político, pero es la primera, la que aquí presentamos, las más importante de todas
La República
La mayoría de los especialistas están de acuerdo en que, desde el punto de vista cronológico, La República ocupa un lugar más o menos central en la obra de Platón. Según esto, estaría escrita con posterioridad a los escritos llamados “juveniles” (Apología de Sócrates, Menexeno, etc.) y con anterioridad a Parménides, Teeteto, Sofista, Político, Filebo, Timeo, Crítias y Leyes. No hay unanimidad con respecto a Fedón: algunos lo colocan como anterior y otros como posterior a La República.
La cronología absoluta de la obra es algo más complicada, pues está formada por diez libros39, lo que hace que sea una de las obras más extensas de Platón. Algunas hipótesis barajan la posibilidad que los diferentes libros fueran editados en momentos distintos. Algunos autores sostienen que en vida de Platón hubieron dos ediciones de La República: una que vio la luz no más tarde del año 390 a. de C., y que comprendía el libro I, lo esencial de los libros II a IV, y algunas páginas relativas a la educación que hoy encontramos en los libros VI y VII; la segunda fue alrededor del año 370, y el material fue reelaborado tal como lo conocemos en la actualidad.
Según otra hipótesis el libro I fue publicado como obra independiente con el título de Trasímaco el año 390, y una elaboración posterior lo convirtió en la obra actual. Una tercera hipótesis, defendida por autores tan prestigiosos como Hermann o Eggers, sostiene que La República fue compuesta a lo largo de dos décadas a partir del 390 y, lo que es más importante, que los libros VIII y IX fueron compuestos a continuación del IV, y posteriormente los V-VII y el X.
Como en todas las obras de Platón La República está escrita como un diálogo entre varios participantes, entre los cuales la figura principal es, como siempre, Sócrates; pero a diferencia de otros diálogos el relator es aquí el propio Sócrates, que habla en primera persona. Los interlocutores van cambiando en los diferentes libros: todo empieza con el encuentro que narra Sócrates entre éste y Polemarco, en casa del anciano Céfalo, padre de Polemarco, que van a ser los dos primeros interlocutores.
Al final del libro I entra en escena Trasímaco, que defiende con calor puntos de vista opuestos a los de Sócrates. También interviene fugazmente Clitofonte. A partir del libro II, Glaucón y Adimanto, hermanos mayores de Platón, se convierten en los únicos interlocutores de Sócrates. A diferencia de los diálogos juveniles, en La Republica, los interlocutores de Sócrates no quedan confundidos por la argumentación de este, sino que polemizan vivamente, o ponen su buena fe en intentar comprender las enseñanzas que los acercan a la verdad.
Después de una discusión preliminar sobre la vejez entre Sócrates y Céfalo, empieza propiamente el diálogo. El tema inicial es sobre la justicia y la injusticia. En el libro II se produce una inflexión fundamental que da pie al tema propiamente político: sostiene Sócrates que primero hay que buscar la justicia en el Estado (polis) antes que en el individuo.
A partir de aquí irán desfilando los temas que configuran la existencia de este Estado justo ideal. Se analizan primero las necesidades económicas del Estado40 y de quienes van a ocuparse de ellos. La posibilidad de conflictos con otros estados hace necesaria la existencia de los guardianes (militares). Entre estos guardianes de seleccionaran los futuros gobernantes, a partir de un largo proceso educativo, que incluirá la música y la poesía (previamente depuradas), las matemáticas y la dialéctica como forma suprema del saber filosófico.
Gobernantes y guardianes carecerán de propiedades y de vida privada. Vivirán en común como una especie de orden religiosa. Hombres y mujeres gozarán en la República de los mismos derechos y deberes, al menos entre la casta dirigente, pero las uniones de cara a la procreación estarán rígidamente reglamentadas. El ser hijo de gobernantes o guardianes no asegura la permanencia en las castas dirigentes: si alguien no responde a las expectativas de su origen puede ser degradado.
En el libro VII se desarrolla la alegoría de la caverna, muy importante para entender la filosofía de Platón en su conjunto. En la caverna viven unos hombres encadenados; una hoguera les proporciona luz y produce unas sombras sobre el fondo. Estos hombres, que nunca han visto la luz del sol ni los objetos reales, están convencidos de que las sombras son la única realidad existente. Si alguien logra escapar de la caverna al principio quedará deslumbrado por la luz del sol, pero pronto se dará cuenta de que la autentica realidad está fuera de la caverna, y lo que se ve en ella no son más que sombras. Si este hombre vuelve a la caverna y explica a sus compañeros presos lo que hay fuera, se reirán de él y lo tomarán por loco.
La caverna simboliza el mundo de las cosas materiales en el que vivimos. Vemos sombras y pensamos que existen realmente. El mundo de fuera es el de las ideas o Formas. El hombre que logra escapar y contemplar la realidad exterior, la auténtica, es el filósofo: este ha contemplado las ideas o Formas y ha comprendido que las cosas materiales no son más que sombras de las ideas. Los demás hombres se ríen de él, tal como ocurre con los filósofos.
En La República estos filósofos, los que conocen la autentica realidad de las ideas o Formas, son los llamados a gobernar. Todo el proceso educativo que nos relata Platón tiene como finalidad la formación de estos filósofos.
La República es un clásico de la filosofía occidental, y como tal nunca pierde actualidad ni vigencia. De su lectura podemos extraer gran número de elementos críticos para aplicarlos a la situación política (y educativa) que nos rodea. El mensaje de Sócrates, que nos llega a través de Platón, sigue siendo subversivo. La amenaza del juicio y condena de Sócrates por la “democracia” sigue estando presente.
1 Jaeger, W. (1946) Paideia. Los ideales de la cultura griega. México, Fondo de Cultura Económica, p. 1.
2 Dugin, A. (2013) La Cuarta Teoría Política. Barcelona, Ediciones Nueva República, p. 211.
3 Obra ciatada, p. 11
4 No vamos a entrar aquí en la cuestión homérica, es decir, la discusión de los eruditos sobre si Homero fue un personaje real, o si es el nombre genérico de un conjunto de poetas anónimos, ni su la Ilíada y la Odisea (que es posterior) son obra de un mismo autor.
5 Los restos de Troya fueron descubiertos el año 1871 por el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann
6 Ver Cornford, F.M. (1984) De la religión a la filosofía. Barcelona, Editorial Ariel.
7 Jaeger, obra citada, p. 35.
8 Herbig, J. (1996) La evolución del conocimiento. Del pensamiento mítico al pensamiento racional. Barcelona, Ed. Herder, p. 29.
9 El centauro es una criatura mitológica, mitad hombre, mitad caballo.
10 Galino, M.A. (1960) Historia de la Educación. Volumen I: Edades antigua y media. Madrid, Editorial Gredos, p. 120. Ver también Marrou, H.I. (1965) Historia de la Educación en la antigüedad. Buenos Aires, Editorial Universitaria, p. 8.
11 Jaeger, obra citada, pp. 36-37.
12 Herbig, obra citada, p. 33.
13 Jaeger, obra citada, p. 39.
14 Jaeger obra citada, p. 51.
15 Jaeger, obra citada, pp. 60-61.
16 Huerga, P. (2009) El fin de la educación. Ed. Eikasia, Oviedo, pp. 83-84.
17 Schmitt, C. (2001) “Tierra y Mar. Consideraciones sobre la historia universal”, en Orestes Aguilar, H. (ed.) Carl Schmitt, teólogo de la política. Méjico, Fondo de Cultura Económica.
18 Marrou, obra citada, p. 46.
19 Marrou, obra citada, p. 17.
20 Jaeger, obra citada, p. 100.
21 Marrou, obra citada, p. 43.
22 Jaeger, obra citada, p. 108.
23 Marrou, obra citada, p. 18
24 Marrou, obra citada, p. 27.
25 Schmitt, obra citada
26 Lain Entralgo, P. (1970) La medicina hipocrática. Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, pp. 24-25.
27Huerga, obra citada, p. 39.
28 Alegre Gorri, A. (1988) Historia de la Filosofía antigua. Barcelona, Ed. Anthropos, p. 31.
29 Jaeger, obra citada, p. 156.
30 Jaeger, obra citada, pp 165-166.
31 Bowen, J. (2001) Historia de la educación occidental, T.I. Barcelona, Ed. Herder, p. 97.
32 Marrou, obra citada, p. 51.
33 Huerga, obra citada, p. 43.
34 Marrou, obra citada, p. 60
35 Galino, obra citada, p. 155.
36 Marrou, obra citada, p. 99
37 Marrou, obra citada, p. 101
38 Alsina, J. (2002) “La República de Platón” Nihil Obstat, revista de historia, metapolítica y filosofía, nº 16, pp. 99-104.
39 Por “libro” no hay que entender volumen, sino capítulo.
40 Para Platón no existe la oposición moderna entre Estado y sociedad. La polis es todo el conjunto social, no solamente la administración. Cuando nos habla de los que se ocupan de las necesidades económicas del Estado no está pensando en una economía estatalizada, sino en las necesidades económicas de los ciudadanos del Estado.
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