*Por Mario Díaz Meléndez (Licenciado en Historia. Profesor de ESO y Bachillerato) y Silvana de Prado (Maestra especialista en Educación Primaria)*
Estimado lector, corren tiempos donde lo material, lo técnico y lo económico parecen impregnarlo todo, momentos en los que se ha puesto demasiada tierra de por medio en relación a nuestra verdadera esencia y en definitiva, una época que ha ido olvidando la sabiduría atesorada por nuestros antepasados.
Aquí es donde nos encontramos nosotros, sumidos en un mundo desquiciado y neurótico que sólo busca la satisfacción inmediata, trabajando en un centro educativo que no es más que el microcosmos que proyecta nuestra sociedad decadente, aunque quizá sea este uno de los mejores lugares para tomar conciencia del mundo en el que nos vemos abocados a vivir y afrontar futuras acciones que nos permitan recuperar el rumbo perdido.
Es por ello que a continuación nos proponemos, desde nuestra formación y experiencia en Educación Primaria y Educación Secundaria y postobligatoria, dilucidar algunos de los errores de fondo y amenazas que siembran la Educación, para después echar la vista hacia el arquetipo del Hombre de la Tradición, cuyas enseñanzas pueden servirnos a la hora de implementar rutinas, hábitos y prácticas que en esencia sean portadoras de aquellas verdades imperecederas olvidadas y denostadas por el mundo moderno o posmoderno.
Y es que si de verdad queremos una autentica revolución educativa, ésta pasa necesariamente por el significado literal de su palabra, “volver al origen”.
Paseando por entre las ruinas del santuario de Apolo en Delfos, en cuyo frontispicio podía leerse Nosce te ipso (conócete a ti mismo), rastreando entre nuestras más viejas leyendas para conectar con el simbolismo que encierra la lucha del Héroe contra el dragón, o aunando Quijotes y Sanchos sin perder la cordura ni despreciar al Espíritu, lo que aquí vamos a plantear es el intento de recuperación del verdadero argumento de la vida, y por ende, el de la Educación, aquel que nos permita actualizar nuestro señorío interior y con ello caminar hacia la verdadera Libertad.
EDUCADOS EN UN “MUNDO FELIZ”
Vivimos una época cuyo bonito envoltorio nos lleva a hablar de derechos y poco o nada de deberes u obligaciones. La cultura del esfuerzo ha sido reemplazada por una especie de paternalismo sensiblero y vulgar donde se prima el juego por encima de las obligaciones, la actitud pasiva, mecánica e instrumental por encima de la activa, integral y responsable.
El ansia hacia la obtención de una satisfacción inmediata, propia de un mundo centrado en la producción de futuros consumidores, se ha trasladado a las aulas donde se consolida y perpetúa la sobreprotección al menor ante la más mínima frustración, alimentando la semilla de ese ser débil, blando, inseguro, ofuscado o estúpido que es el hombre moderno o posmoderno.
El deber en nuestro tiempo se ha convertido en algo ajeno a nosotros mismos, llamado a ser derivado a terceras personas o gestores. La autoridad, concepto ampliamente sobeteado y a menudo malentendido, se descuida de forma alarmante, posiblemente confundida con ese autoritarismo del pasado al que no queremos volver, donde la letra con sangre entraba. No se trata de ser sicarios alfabetizadores, hay muchas formas de ganar autoridad, aunque quizá una de las más eficaces sea enseñando bien.
En cuanto a los contenidos académicos, éstos han sido podados paulatinamente sin compasión, hasta tal punto de quedar reducidos a un mínimo en comparación a las leyes educativas anteriores a la implantación de la LOGSE en los años noventa. Contenidos reducidos y a reduccionismo a nivel pedagógico, focalizando al profesorado unidireccionalmente hacia la corriente constructivista. Cierto es que esta corriente aportó descubrimientos importantes pero de ninguna manera se debió reducir el proceso de enseñanza-aprendizaje a esa teoría. Ni tampoco usarla como arma contra la pedagogía tradicional como “reacción” contra el franquismo. Cualquiera que conozca nuestra historia pedagógica sabrá que la pedagogía tradicional fue la base de nuestro sistema educativo desarrollado de distintas formas, bajo los distintos regímenes políticos de turno de un signo o de otro, de un siglo o de otro. Tras la LOGSE, las leyes sucesivas, (LOE y LOMCE) redundaron en lo mismo y nos llevaron ya a unos criterios de evaluación de chiste. Evaluación que fue de la mayor abstracción a la hora de evaluar los contenidos adquiridos por el alumnado a la evaluación numérica, porcentual, propia de las máquinas, que ha convertido al docente en una mera máquina de registro de datos, números y porcentajes (negando así su función evaluadora como único testigo y mayor conocedor del proceso de enseñanza-aprendizaje llevado a cabo en su aula). Claro que nadie imaginó que en nuestro país llegarían a pasar de curso los alumnos con suspensas…El marco legal y el sistema educativo en su conjunto como telón de fondo tienen el ideal de una sociedad competitiva e individualista, infantil. Y con esto, claro está, la comida está servida, haciendo que el argumento de nuestro tiempo sea la búsqueda de la prosperidad material, la estabilidad sentimental y en definitiva la de satisfacer todas aquellas banalidades que nos ayuden a mirarnos el ombligo sin más.
Cierto es que debemos dejar de lado las ocurrencias y pasar a las evidencias científicas, pero hay algo más allá de lo meramente intelectual y sensible que resulta enormemente difícil de dilucidar cuando te encuentras que el curriculum de un curso de Secundaria cuenta con 11 asignaturas estanco, donde prima la enseñanza en una lengua vehicular que no es la materna (inglés) y se centra en la falsa idea de que las tecnologías de la información y de la comunicación (TICs) son las herramientas básicas para desenvolverse en la vida. En definitiva, ruido y más ruido.
Respecto al ideal educativo de la Antigüedad, se ha desechado el enfoque holístico del ser humano como persona integral, cuya formación abarcaba todas las dimensiones de la vida y de la experiencia, mermando la capacidad para llevar al joven hacia la reflexión, la búsqueda del conocimiento y la investigación, sustituyendo la ética por una razón práctica e instrumental basada en competencias para el trabajo, donde el estudiante se enfrenta a la tarea de definir su especialidad, su oficio o su profesión a temprana edad (producción de mano de obra).
El resultado ha sido y es el de una generación de individuos (que no personas) estresados y desquiciados en su intento de ser felices con los bienes materiales que logren o aspiren acumular, quedando reducidos a simples autómatas o robots (palabra de origen checo que literalmente significa “trabajos forzados, servidumbre”, es decir que un robot es un esclavo mecánico que trabaja a nuestras órdenes).
Posiblemente, en este afán por despreciar al Héroe y rendir culto al dragón, pueda residir el origen del aumento de diagnósticos TDAH (Trastorno del Déficit de Atención e Hiperactividad) a tan tempranas edades.
En conclusión, podemos decir que se está dejando al alumno sin herramientas para desenvolverse en la vida y construirse como personas, generando adolescentes prematuros que nunca serán capaces de completar su maduración, condenando a las generaciones futuras a ahogarse en sus propios caprichos, en su egocentrismo, soberbia y egoísmo.
LA BÚSQUEDA DE REFERENTES EN EL HOMBRE DE LA TRADICIÓN
A partir de lo descrito en el apartado anterior, no nos queda otra que buscar respuestas para invertir el rumbo de los acontecimientos, siendo nuestro deber como maestros el iniciar las acciones necesarias que propicien que nuestros alumnos encuentren el verdadero sentido de la vida, no quedándonos más remedio que retrotraernos a la Sabiduría Perenne que llegó a atesorar el Hombre de la Tradición, verdadero protagonista y orientador de esta historia.
Pero, ¿quién es el Hombre de la Tradición?. Desde luego no responde a ninguna denominación folklórica o costumbrista en su sentido histórico, ni mucho menos a ningún movimiento político de rancio abolengo. Más bien estaríamos refiriéndonos a aquella persona diferenciada, portadora de una potencialidad espiritual que la hace entender y vivir en el mundo sabiendo encauzar todo su saber cotidiano hacia fines Elevados y Trascendentes, y que es capaz de configurar toda una serie de tejidos sociales, culturales, económicos y políticos en base a unos valores que se orientan hacia la consecución del cultivo del señorío interior y con ello de la verdadera Libertad.
Este modelo es el que confluyó en el mundo griego, romano, celta, germano y aunque renovado, en la Europa medieval cristiana. Por contra, en los últimos quinientos años, sobre todo con la Reforma Protestante, la Ilustración, el Romanticismo y las revoluciones liberales y sus derivados, se impone un nuevo paradigma meramente natural y material que ha sostenido y explicado el desarrollo cultural del mundo moderno por el que transitamos. Dicho proyecto parece haberse agotado, quedando reducido a un mero progreso científico y tecnológico, cuyas ventajas no negamos aquí, ni mucho menos, pero si el alto precio pagado, en tanto en cuanto ha olvidado y denostado la construcción y el desarrollo de la Persona.
Por tanto, ¿qué podemos aprender del arquetipo del Hombre de la Tradición para nuestra labor docente?.
*CUERPO*
Lo primero de todo sería conocer nuestras propias raíces para saber realmente quiénes somos, ya que sin éstas no se pueden dar los frutos y se pierden las referencias. Pero no podemos ofrecer sólo la realidad sensible de la Geografía, Historia, Lengua y Literatura, Matemáticas, Biología, Filosofía, Música, Física y Química, etc., sino que hay que generar preguntas que generen búsquedas mucho más profundas, penetrando en los mitos que yacen en el inconsciente colectivo de los pueblos, aquellos que nos muestran su perspectiva de vida, donde nacieron sus creaciones y sus conflictos. De lo contrario los conocimientos impartidos se quedan en lo meramente mecánico y práctico, tal y como sucede en la actualidad.
Del mismo modo, tampoco podemos contemplar, percibir y estudiar la naturaleza, desde su mera apariencia, sino que debemos entenderla como un todo en el que estamos insertos y cuya perfección es el reflejo de una armonía que va más allá de su mero comportamiento mecánico (para el Hombre de la Tradición la naturaleza era el reflejo de lo Superior, símbolo de lo sagrado). Educar conforme a esta percepción de la naturaleza propiciaría en nuestros alumnos nuevas formas y enfoques a la hora de ver el mundo que irían más allá del paradigma vigente, y en definitiva la motivación de buscar lo que nuestros antepasados buscaron, recuperando aquella creatividad y ese enfoque holístico que contribuyó a hacer realidad lo que antes (y ahora) era pura utopía. ¿Cómo puede ser una persona dueña de sí misma si lo único que hace es asimilar y reproducir las creencias y los dogmas de la sociedad que le ha tocado vivir?.
Ahora bien, si lo que queremos es educar más allá de las imposiciones culturales actuales, debemos dar a conocer primero cuáles son esas creencias y fomentar el espíritu científico en clase , que no el cientificista* para después trascenderlas con la finalidad de no acabar esclavizados en ellas y poder encontrar así la auténtica Libertad.
Por tanto, la tarea consistirá en hacer que el alumno sea el verdadero protagonista en la búsqueda del conocimiento, tiene que extraer sus propias conclusiones, las cuales llevará al centro de su Ser para reconocer las Verdades de la Tradición, que no son más que aquellas que no se pueden relativizar, razonar o discutir, aquellas que habitan desde el sentir, más allá de nuestra mente (alma) y de la ética.
*Tomar las investigaciones científicas como lo que son y no usar la ciencia como dogma o una suerte de semidiós para negar o rechazar todo aquello que no es observable, cuantificable, ni evaluable a través del método científico.
*ALMA*
El maestro debe orientarse hacia el cumplimiento del deber, hacer lo que deba ser hecho en cada momento, independientemente de que los resultados no sean inminentes. Esta es la lucha contra el dragón que toda persona que aspire a diferenciarse debe asumir, huyendo de las acciones motivadas por meros estímulos sensoriales o emocionales, de las dependencias que nos atan y alienan. Se trata de actuar con total convencimiento y en conciencia en nuestros centros de enseñanza, sacralizando lo cotidiano, es decir el aquí y el ahora, ante cualquier actividad, explicación y debate que planteemos con los alumnos o en el claustro de profesores.
En definitiva, se trata actuar como verdaderos guerreros dispuestos a convertirnos en Héroes gracias a nuestro afán de superación, sacrificio, tenacidad, autodisciplina, valentía, austeridad, fidelidad y constancia, valores que deberán trasmitirse y trabajarse concienzudamente a diario en las aulas. Y es que “la guerra” es continua tanto en el exterior como en el interior de nosotros mismos y de nuestros alumnos, por ello enseñaremos que no hay que rendirse jamás, rescatando la cultura del esfuerzo planteando un reto tras otro, ya que si nos distraemos un segundo estaremos “muertos”.
No obstante, no podemos dejarnos engullir por la discusión o la charlatanería, la concentración y el silencio resultarán ser piezas fundamentales en este proceso de cambio, ya que la inteligencia no necesita ruido mientras que la mediocridad se impone a voces. Lo esencial deberá ser enseñado con sencillez y sin una retórica sobrecargada de superficialidad.
Así llegaremos al ALMA, entendida por el Hombre de la Tradición como la parte intermedia entre el cuerpo y el espíritu, de orden puramente psíquico y emocional. Aquí, el honor, el respeto a la autoridad asociado a la idea de disciplina contribuirán a tal fin. Para ello previamente habrían de fijarse unos límites claros que se irán manteniendo mediante advertencias eficaces que inviten al autocontrol del alumno, y a partir de la asunción de compromisos donde se entrene su fuerza de voluntad, automotivación y perseverancia.
*ESPÍRITU*
La sensación de absurdo y sin sentido que impera en nuestra sociedad, y por ende en la escuela, podría aplacarse si se cultiva el Espíritu, última cima a la que todos debemos aspirar a coronar tras la fase de sensibilización y de asunción de un proyecto de autogobierno personal, más allá de economía, de la clase social y del devenir histórico de nuestro tiempo.
En definitiva, se trata de sentar las bases para que nuestros alumnos puedan el día de mañana perpetuar el ideal del Ser Humano y encontrar las herramientas necesarias para ser conducidos a su Centro y hacer del conocimiento el comienzo de una nueva mirada, lúcida y despierta.
El simple hecho de luchar por este ideal disciplinará el alma y evitará ser presa fácil de las pulsiones del mundo que nos rodea, aprendiendo en definitiva, que no somos el actor que interpretamos o que nos dicen ser, sino que estamos llamados a algo más, a ser en última instancia plenamente libres.
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